Acaba de inaugurarse un lugar de creatividad, aprendizaje y conexión humana en Pilar. En la esquina de Fermín Gamboa y San Martín se encuentra el nuevo espacio de Silvia Kuhn en donde se podrá aprender sobre el mosaico y descubrir la magia y las capacidades que tiene ese material.
Pilar Hoy Noticias dialogó con la protagonista en una amena e íntima charla
¿Cómo fueron tus comienzos? ¿Cómo descubriste esta pasión?
Mis comienzos fueron bastante inesperados. Trabajaba como secretaria en el consultorio de mi esposo, pero entre paciente y paciente, encontraba tiempo para explorar mi creatividad. Hice de todo un poco: desde ojotas hasta bisutería, pasando por macramé e incluso tejido medieval. Un día, por casualidad, descubrí las venecitas y, aunque al principio no sabía ni cómo cortarlas correctamente, me cautivó la idea de trabajar con ellas. Me dije a mí misma que si me dedicaba a algo que realmente amaba, lo haría mejor. Sin embargo, en aquel entonces, en Argentina, no había muchas oportunidades de formarse en este arte.
La falta de recursos no me detuvo. Me sumergí en cursos en Buenos Aires y, posteriormente, tuve la suerte de viajar a Barcelona, donde también aproveché para aprender más sobre el mosaico. De regreso a mi país, continué perfeccionando mi técnica, incluso viajando a Italia en busca de conocimiento y experiencia.
Así comenzó mi viaje en el mundo del mosaico, una pasión que me atrapó por completo. Para mí, el mosaico es como entrar en Narnia: un mundo paralelo lleno de belleza y creatividad. Es una actividad lúdica y terapéutica, donde cada pieza encaja perfectamente para crear algo hermoso. Transmitir mi pasión por este arte se convirtió en una parte fundamental de mi vida.
Creo firmemente que el mosaico es mucho más que una simple técnica. Es una expresión de amor y creatividad que nos permite conectar con nosotros mismos y con los demás. Al mejorar nuestro interior, irradiamos esa energía positiva a nuestro alrededor, creando un mundo más hermoso y armonioso.
Para mí, enseñar mosaico va más allá de transmitir conocimientos técnicos. Es compartir esa pasión y ese amor por crear algo único y especial. El mosaico nos enseña a valorar la diversidad y la belleza en todas sus formas, y eso es algo que siempre trato de transmitir en mis clases y talleres.
Realmente el mosaico es un medio y una excusa para expresar nuestro amor y creatividad, y al hacerlo, creamos conexiones significativas y construimos un mundo más hermoso y unido.
De secretaria a artista
¿Cuándo decidiste que era hora de empezar a compartir y enseñar lo que sabés?
Así es, de secretaria a artista. Siempre he estado inmersa en la creación. Desde la elaboración de tortas hasta la confección de disfraces y la gestión de una tienda de cotillón, mis manos siempre estuvieron ocupadas. He incursionado en una amplia gama de actividades, desde tejer y bordar hasta explorar el mundo del mosaico.
El mosaico, para mí, fue un descubrimiento revelador. Al visitar la cuna de esta forma de arte, me di cuenta de que era un libro abierto repleto de enseñanzas. A través de una mirada curiosa y ávida de conocimiento, descubrí un mundo de posibilidades y aprendizajes.
Aunque inicialmente dudaba en compartir mis conocimientos, el estímulo de mis amigas y mi innata habilidad para comunicar y transmitir me llevaron a aventurarme en la enseñanza. Siempre he sentido la necesidad de explicar mis procesos creativos de manera clara y comprensible, tanto para mis obras como para mis alumnos.
Aprendí que el verdadero aprendizaje surge de los fracasos y que el camino hacia la perfección está lleno de intentos fallidos. El mosaico, como arte imperfecto pero perfectible, me ha permitido trabajar con personas de todas las edades y capacidades.
La clave para enseñar radica en la seguridad de saber lo que se está haciendo. Después de numerosos experimentos y pruebas, he adquirido la confianza necesaria para enseñar con certeza y convicción. El mosaico es un arte que se nutre de la experiencia y la práctica constante, donde el fracaso es simplemente parte del camino hacia la perfección.
Acabás de mencionar que el mosaico no es un arte perfecto, que es un arte perfectible. ¿Entonces el aprender a manejar el mosaico o los trozos de mosaicos y hacer una composición abstracta o concreta es súper recomendable como terapia?
Para mí, el mosaico se aprecia desde dos perspectivas distintas. Por un lado, están los ojos del corazón, a través de los cuales observo los mosaicos creados por los abuelos y por personas con capacidades diferentes. Siempre he creído que no existe la discapacidad, solo diferentes habilidades, y estos individuos hacen mosaicos de una manera tan hermosa y libre, sin preocuparse por la técnica, pero con un corazón rebosante de pasión.
He tenido el privilegio de trabajar en numerosos proyectos, como los murales realizados con los abuelitos del círculo de jubilados San Luis, o en el asilo Santa Rita, que alberga a 150 abuelos, el tanque de aguas que tiene 600 y pico de corazones. También he colaborado con el hogar de chicos judicializados de San Cayetano y con el centro de rehabilitación de Pilar, donde he podido experimentar la belleza del mosaico sin las ataduras de la técnica, pero con un compromiso total.
Por otro lado, están los ojos de la técnica, que nos permiten apreciar aspectos como la sintaxis, el flujo, la proporción y la colorimetría. Estos elementos hacen que el mosaico sea perfectible y nos permiten analizarlo desde una perspectiva profesional. Profesionalizar un oficio implica realizar tu tarea de la mejor manera posible, conociendo y respetando las leyes del arte del mosaico. Aunque estas leyes han existido durante miles de años, considero que es importante conocerlas para luego poder romperlas como artistas y desarrollar nuestro propio sello en el mosaico.
Contamos de tu nuevo espacio
Es el nuevo capítulo que estoy viviendo. Mi encuentro con este espacio, que ahora es mi taller, me topé con esa esquina maravillosa, aunque en un estado de deterioro considerable. Sin embargo, algo en mí vio su potencial. Así que, a pesar de los desafíos que presentaba la casa, supe que era el lugar perfecto para mí. Desde los cimientos hasta el último detalle, trabajamos arduamente para devolverle su esplendor original, en una esquina tan hermosa de Pilar, del Pilar de antes.
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Este taller no es solo un lugar de trabajo para mí; es un sueño hecho realidad. Nunca habría imaginado tener la oportunidad de crear en un espacio tan único y lleno de historia. Me siento profundamente agradecida por esta oportunidad y por todo lo que el mosaico ha traído a mi vida. Es mi pasión, mi sustento y mi medicina. Aunque enfrento desafíos debido a mi fibromialgia, el mosaico es lo que me motiva a levantarme cada día. Es mi terapia, mi escape y mi forma de dar sentido a cada momento.
Mi conexión con el mosaico va más allá de lo profesional; es personal y profunda. Cada pieza que creo pasa por un proceso de transformación, al igual que yo misma he pasado por mi propio proceso de transformación a lo largo de mi vida. Vengo de una infancia marcada por la pobreza extrema, donde las necesidades básicas eran un lujo. Sin embargo, esa experiencia me ha moldeado y fortalecido de una manera única. Así como el fuego transforma los materiales en el horno, yo he sido moldeada por las adversidades que he enfrentado.
El mosaico no solo es mi medio de vida; es mi forma de expresión, mi manera de sanar y mi manera de conectarme con los demás. A través de mi trabajo, intento transmitir el poder transformador del arte y demostrar que incluso en los momentos más oscuros, siempre hay una oportunidad para la belleza y el crecimiento.
Cómo pueden contactarse, realizar cursos, seminarios o simplemente probar, intentar, equivocarse para luego volver a intentar.
Los días de talleres son el corazón de mi semana. Los martes siempre estoy en el taller, compartiendo mi pasión y conocimiento con aquellos que buscan aprender. Recientemente, he abierto un nuevo grupo los miércoles por la tarde, y me emociona ver cómo ha crecido y se ha llenado de gente entusiasta. Además de los talleres regulares, también doy seminarios tanto en Pilar como en otras partes de nuestro país, e incluso fuera de él. Este viaje en el mundo del mosaico me ha llevado a recorrer muchos lugares, tanto dentro como fuera de Argentina, donde comparto mis conocimientos y experiencias con personas de todas partes.
Los días de taller son mi refugio, mi espacio para conectar con los demás y conmigo misma a través del arte del mosaico. Si bien no tengo un horario comercial e incluso viajo con frecuencia para dar tutoriales, siempre estoy presente cuando las puertas del taller están abiertas
Aprendo tanto de mis alumnos como ellos aprenden de mí. Sus ideas frescas y perspectivas únicas a menudo me inspiran y desafían mi propia creatividad. En el taller, todos somos aprendices y maestros al mismo tiempo, compartiendo un viaje de exploración y crecimiento constante. Creo firmemente en la importancia de seguir desafiándonos y aprendiendo, ya que el camino del aprendizaje nunca termina mientras estemos vivos. Cada día en el taller es una oportunidad para probar, equivocarse, aprender y crecer juntos, construyendo un espacio donde la creatividad florece y las vidas se enriquecen.
Más info y contactos en https://www.instagram.com/silviakuhnmosaico/